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22 - ¿TIENES SIDA?


Illustration @mehdi_ange_r (INSTAGRAM)

He vuelto

Las vacaciones han terminado para mí desde hace unas semanas. Puedo decir que han pasado volando y los días de descanso parecen muy lejanos.

No escribí durante dos meses. Bueno, casi no, pero todavía no puedo decir nada sobre las razones de ello. En resumen, hace dos meses que no escribo PARA EL BLOG.

Las vacaciones fueron una oportunidad para pasar tiempo con mi familia, ver a mis amigos ( y centrarme en una cosa: yo mismo.

No estoy seguro de haberlo mencionado en la última historia, pero empecé a ver a un psiquiatra/psicoanalista a principios de julio. Había pedido cita un mes y medio antes después de tener una especie de flash. Después de treinta y cuatro años de refelexionar solo o con mis amigos, por fin me permitía hablar con otra persona. Pero para ello tuve que superar la vergüenza. La vergüenza de necesitar ayuda... Sí, en mi cabeza, "psiquiatra" significaba "debilidad", inconscientemente por supuesto. Pero parece que finalmente ya no lo veo así.

Estaba nervioso ante esta primera cita, que finalmente se desarrolló con bastante naturalidad. Mi médico de cabecera había dejado una nota para la profesional, que le pasé en cuanto llegué.

"Así que tienes SIDA".

No lo dejé pasar, por supuesto, e inmediatamente lo corregí con: "No, soy seropositivo", diciéndome que era un error de vocabulario y que, naturalmente, como lo había corregido, lo tendría en cuenta en el futuro.

Por otro lado, si lo pienso bien, ¿qué necesidad había de especificar mi estado serológico en la carta, sabiendo que los motivos que me llevaron a consultar a un psiquiatra eran bien distintos? Todavía me lo sigo preguntando.

Al final de esa primera sesión, me lanzo una cuestión, y desde entonces todavía resuena esta frase en mi cabeza: "Lo que entiendo en lo que me cuentas es que siempre te preocupa si vas a agradar, si vas a satisfacer a los demás, a los colegas, a la familia, a los amigos a veces, a tu pareja (cuando la hay). Así que en lugar de preocuparte por complacer a los demás, pregúntate si los demás te complacen a ti.

Es muy sencillo, ¿no? Y no es tan fácil de poner en práctica, ya que esta frase me pareció que era la primera vez que me planteaba el hecho de poder elegir. Inevitablemente lo trasladé al terreno amorosa y está claro, muy claro, que si me hubiera hecho esta pregunta a mi mismo, me hubiera costado tener una relación.

Me digo que soy un privilegiado y que mi búsqueda de "vivir mejor conmigo" es muy egocéntrica. Pero al mismo tiempo siento que no tengo otra opción que pasar por esta etapa. Los ojos de otras personas, a todos los niveles, no llenan los huecos que siento que tengo en mí mismo. Si la respuesta no son otros, sólo puedo ser yo.

En la segunda sesión, una semana más tarde, en casa del psiquiatra, un pequeño incidente me afectó mucho. Cuando introdujo mi tarjeta del seguro médico, se abrió la ventanita de ALD (Affection Longue Durée).

"¿Tienes un ALD?"

Me quedé en silencio, con la sensación de tener que volver a explicar un hecho que daba por sentado.

"Ah sí, es cierto, tienes SIDA.

Al instante respondo: "No, soy seropositivo".

Se hizo el silencio. La sesión fue muy dolorosa para mí. Veinte minutos de vacío. Veinte minutos para llenar. Está claro que el clima no era el adecuado para mí y creo que mi terapeuta lo notó y terminó la sesión con relativa rapidez.

De camino a casa reflexioné, envié mensajes de texto y tuiteé. Este error de vocabulario reiterado no me gustó nada, probablemente por falta de conocimiento.

En retrospectiva (y con algunos consejos) se me abrieron dos opciones: cambiar de psiquiatra y tratar de encontrar uno que tuviera más conocimientos sobre el tema para evitar el uso de términos estigmatizantes, claramente inoportunos en lo que uno quisiera que fuera un espacio seguro.

O hablar con ella en mi próxima sesión para explicarle por qué la palabra SIDA no es apropiada y por qué es importante que la diga.

Mucha gente me aconsejó que huyera, pero yo no quería hacerlo. Con un poco de espontaneidad conseguí hablar con él de forma muy sencilla y se produjo un largo intercambio sobre el tema. Estoy muy orgulloso de haberme atrevido a decir que me había ofendido su "torpeza".

Un "yo" no tan antiguo se habría callado y no habría expresado nada, pensando que se le pasaría con el tiempo. No quería eso. Quería una verdadera relación de confianza y, sobre todo, deshacerme de él lo antes posible. De lo contrario, ¿qué sentido tenía empezar a trabajar con un psiquiatra?

Lo interesante después es que me pregunté si no lo había hecho a propósito para provocarme, para ver cómo reaccionaría y si me atrevería a hablarle de ello. Puede que no fuera el caso, pero aun así me dio la oportunidad de hablar y salí y me siento muy orgulloso con la elección que hice.

No pretendo detallar aquí todos los pasos de mi terapia, pero me ha parecido interesante compartir esta anécdota porque si hubiera tirado la toalla, nunca habría vuelto a su consulta y probablemente lo habría vivido todo como un fracaso. Supongo que a veces dedicar tiempo a "educar" a los demás tiene sentido. Pero estos otros tienen que ser receptivos. Lo que no siempre es el caso...

Hay una diferencia real entre ser seropositivo y tener SIDA.

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